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martes, 26 de febrero de 2019

Me has hecho crecer y no te perdono


Te aferras a tu ser pequeño porque esencialmente esa es tu esencia.

Y así, pequeña y sin mácula, crees, y lo haces con mayúsculas. Y sientes que la vida, por más que se empeñe no va a mover un ápice de ti, porque tú CREES y crees en algo tan intangible como el Dios de otros. CREES en la amalgama de valores, a veces esclavizantes, que has ido cosiendo a través de una trama de hilos invisibles, pero tan férreos como tu empeño en seguir creyendo.

Asida a todo un ideario que le da sentido a un esquema de vida que protege ese planeta imaginario donde las personas son leales por naturaleza, tan hermosas que no necesitan de atrezo, solidarias de forma primitiva bajo el instinto de protección de especie y protectoras con las personas a las que aman, en las mil formas de amor que el libre albedrio nos concede, sin que cualquier manida excusa sea usada para justificar el olvido.

Y el caminar no altera lo que tú has empedrado porque así lo has decidido. Aún firme. Inamovible. Ni la bofetada que amorató tu rostro, ni la china que se coló en tu viejo zapato de charol y dura hebilla, ni el empujón que levemente modificó tu sendero, ni el jirón de piel que perdiste ante las primeras mentiras, ni el tirón de cabello que anudaba tu coleta de caballo que sentiste ante las decepciones, pueden desmontar el mantra que rodea al altar de tus creencias.

Y callas a gritos en silencio que tornan en desgarradores a aquellos que desde la incredulidad innata pretenden arrastrarte a su infierno escondiendo su sórdida estratagema, tras la falsa inmaculada intención de protegerte del daño futuro, adelantando el daño  afilando alfileres que mantengan abiertos tus ojos ante una realidad sucia, que no quieres ver, porque quieres CREER.

Ni a unos, directos, rudos y nacidos del recelo; ni a otros, que disfrazaron lo mismo de un mundo de creencias que comulgaban con aquellas que tú habías cuidado con mimo, os perdono. No perdono que queráis que deje de creer. Y aún hoy, con algo roto, sin exceso de drama, tan solo producto del desapego impuesto en una serie de comportamientos cotidianos y al mismo tiempo, tristemente significantes, me aferro a Coleta, la Poeta, y volveré a creer. En menos, quizás, con más miedo, también, con cuidado, seguro, pero lo haré, y habrá un reducto, el mío, el de mi planeta imaginario protegido por un foso construido por una imposta de precaución, una dureza ajena, una alta dosis de cinismo y  una mezcla nauseabunda de putrefacción que solo bajará el puente levadizo a quien no sea capaz de minar la creencia de que las personas merecen la pena.





domingo, 20 de marzo de 2016

No más ella

No quiero compartirte con ella,
Quiero que se vaya, que no eleve tus pulsaciones, ni recorra tu cuerpo alterando tus constantes

No quiero sentir que bajo mi abrazo ella puede estar escondida
Quiero que se aleje, que se marche, que no te busque

No quiero adivinar que en ti  estamos las dos
Quiero que te devuelva la  tranquilidad que necesitas y que te robó hace tanto

No quiero cederle más espacio entre tú y yo
Quiero arrastrarla, patearla y gritarle que el castigo a los inocentes  ya fue suficiente

No quiero temerle ni alimentar el miedo a que te vuelva a robar
Quiero que se transforme en un halo de sosiego, el que mereces, el que te toca

No quiero que me convierta en una minusválida emocional incapaz de mostrarte lo que te quiero por miedo a  sufrir si ella se queda contigo.
Quiero  desnudar mi alegría y no regalarle más mi piel al dolor que supura

No quiero ver como es capaz de paralizar nuestras vidas con un leve soplo en tu nuca
Quiero desprenderte de  la podredumbre de su alimento

Y si no se va, la enterraré por mucho que se resista a seguir atada a ti.
La someteré a la tortura de vernos felices.
Veré como se aleja mientras recorro los surcos que hizo en tu piel recreándome en las caricias
Aquellos que descubrí y cuya suavidad en mis yemas la hizo huir
No podrá contigo, ni podrá conmigo

No será la tercera en discordia porque en las noches de amor, de abrigo y abrazos, en los paseos de confidencias sobre asfalto o puro monte,  la Vida le pondrá la zancadilla que merece y solo te compartiré con ella.


Nota: Aunque queda lo suficientemente claro no hablo de infidelidad  y ni busco, ni espero, ni deseo compasión. Quienes usan las piedras del camino para buscar la atención de los demás me generan pena y hasta en ocasiones me parece insultante que no calculen las escasa dimisión de sus dramas. Solo me expreso, lucho y contamos con la fortaleza de los frágiles, tan intensa como las uvas de la ira.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Amnesia

Solo te pido que si me vas a querer te  olvides de todo
Yo prometo por mi parte desnudarme en el camino
Rasgar mi piel a jirones para desprenderme del lodo
Limpiar cada resquicio de aquel ajeno dolor dañino

Solo ruego  que tu sonrisa no penda del pasado
Y que no me castigues con dudas que  no engendré
Yo emprenderé contigo inmaculada de errores de otro
Por eso jamás me exijas que entienda lo que no críe

Cada inicio merece la pureza del primero
Estoy dispuesta a borrar mis  arañazos y heridas
Pero no me pidas una venda para aliviar tu recorrido
Pues no es mío el yugo que arrastran tus dolencias

viernes, 30 de octubre de 2015

La raza de las hienas

Estoy cansada, ¿cansada? el término no refleja la intensidad del sentimiento. Retrocedo. Tengo un hartazgo que preña mis vísceras de ira contenida. Hartazgo de las personas desleales, interesadas y que cargan con la pesada máscara de pretender mostrar lo que no son. ¿No comprendéis que está resquebrajada por todos lados y que cada grieta supura mentira? Que no hay goma capaz de sostener ese disfraz de forma perpetúa, que ya se os distingue como raza.

Sois aquellos que embaucáis a la gente con una falsa dulzura, que usáis la misma sonrisa para la burla y para la complicidad. Aquellos cambiantes como camaleones que os adaptáis al oportuno oportunismo. Incapaces de comprometeros con nadie para que no descubran vuestra pobreza  de alma. Rectáis y no sabéis lo que es el camino recto. Exigís lealtades ciegas mientras afiláis vuestros cuchillos para atravesar la entrega de  quienes acaban siendo cadáveres en vuestro camino. Adoptáis ese rol de individuos interesantes y perdéis tanto tiempo tratando de ocultar el vacío de vuestro maniquí que se os olvida que lo podáis haber empleado en dotarlo de un mínimo de conocimiento.

Sois copia y pega. No sabéis decir gracias, ni por favor, mucho menos un lo siento. Y en cualquier caso para qué serviría si también sería falso.

Usáis vuestros dramas pasados y esa aparente fragilidad para tejer con tela de araña los finos hilos con los que sujetáis a las marionetas  que sometéis. Robáis tiempo y vidas mientras valoráis vuestros segundos como si de oro fueran. Reverberáis vuestras vidas a costa de hacer mates las de los demás. Os enfadáis con el remordimiento al que solo le dais la tregua para aparecer durante unos segundos nocturnos y volvéis a dormir porque sois también presas de las excusas de vuestra mentira.

Parecéis bruñidos pero bajo  ese pellejo solo hay una sombra putrefacta. Y es que vuestro corazón es como el estómago de un carroñero.

Y es por eso que cada día me aferro más al cristal de los transparentes. A esos que vosotros miráis por encima del hombro, con sonrisas paternalistas en su presencia y carcajadas de hiena cuando os dan la espalda.
Me enriquecen aquellos pringados tan valientes que son capaces de mostrarse como son. Así, tal cual. Y me hastiáis vosotros y vuestro elitismo y de la simpleza de vuestro traje de interesantes solo puedo adolecerme.

Y no, no estoy enfadada con la vida. Vosotros me hacéis ver la suerte que tengo por haber llegado a este punto  pudiendo asegurar que he elegido tan bien a quien me rodea. Por sentirme orgullosa de haber entregado mis afectos a quienes merecen tanto la pena. Me siento plena y afortunada y me entristece de veras saber a ciencia cierta que vosotros, las hienas, jamás podréis alcanzar una conciencia serena. 

lunes, 20 de octubre de 2014

Curro, el Palmo y las redes sociales

Leer el título del título este post (incluso escribir "post") puede ser insultante para Curro y seguramente lo sea, pero este es mi espacio de delirios y como  la pretensión no es más que la de delirar me tomo la licencia de ofender aun sin quererlo al palmero invisible.

El muro de las lamentaciones puede resultar irritante en muchas ocasiones porque de frente te chocas con opiniones que no compartes y el resultado, en mi caso, ha resultado de lo más terapéutico. Temperamental como soy en muchas ocasiones comienzo a escribir para dar mi punto de vista, ofendida sin que nadie haya pretendido ofenderme. Tras escribir y plasmar mi posición he aprendido a callar, y es que no hay que confundir sinceridad con impertinencia, y he descubierto la maravillosa tecla de retroceso. Y todo eso que escribí ahí queda para que Facebook, que lo lee y guarda todo para hacer de nosotros títeres en pro de sus intereses mercantiles, vuelva a hacer un estudio el año que viene y publique los resultados de las cosas que "callamos".

Huí, y no es una palabra usada al azar, hace un tiempo de las redes sociales y me deshice de mis perfiles oficiales, aunque he de aclarar que si por oficial se entiende ser uno mismo ahora soy más oficial que nunca.

Cansada de compartir un espacio que para mí tiene una gran parte de esparcimiento con personas que pensaban como yo, yo como ellos, que más da...El mundo se reducía tanto que solo existía una verdad, no es bueno ser avaricioso con ella y secuestrarla. Además una verdad con tantos matices irritantes por los que discutir que desgastaba, incluso comenzaba a hacer mella en la fe que tenía sobre la especie humana. Eché la persiana.

De manera que si huí de ahí para quitarme el corsé, para despojarme del rol que cargamos la mayoría, por qué seguir manteniendo la misma actitud. Era el momento de aprender del abanico de colores y de la multitud de tonalidades de cada color.

He aprendido a tolerar (qué paternalista es esta palabra) los cartelitos de osos amorosos, de apología de la maternidad, incluso de frases de Coelho y en uno de esos carteles di con la frase que lo resumía todo: "He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro" (Saramago)

Gracias a ello he aprendido a entender y a conocer qué piensan otras personas, a mirar más allá de mi propio ideario. Sí, entre mil desventajas, esta oportunidad la ofrecen las redes sociales, hirientes, cobardes, sucias en muchas ocasiones. Una herramienta de comunicación que bien usada puede regalarte enseñanzas como esta.

Tampoco quiero ser utópica, en mi vida seguiré rodeándome de gente con la que en general suelo compartir mi visión de la vida, no soy tan pretenciosa ni prepotente como para pensar que soy el siguiente eslabón en la evolución  y a destrozar las tesis antropológicas que explican cómo nos relacionamos, pero desde luego aprovecharé la enseñanzas para ser más generosa con los demás y sobre todo conmigo misma y la flexibilidad adquirida quedará inherente echando a patadas a los prejuicios aprendidos.

Y es que al final las diferencias no son tan importantes si una mañana te levantas y ves que alguien ha recordado como tú la mejor canción jamás cantada, Romance de Curro, el palmo.




jueves, 11 de septiembre de 2014

...Y la intimidad desapareció

Hace un año y medio que nos mudamos a este piso (la historia de la mudanza más larga de la historia que tuvimos el orgullo de protagonizar la contaré en otro momento) ubicado en una especie de plaza elevada en la que se distribuyen 5 bloques de edificios. Cuando llegamos sabíamos que lo íbamos a tener complicado para guardar algo de intimidad y está claro que las predicciones se han cumplido.

Frente a nosotros vive una familia de mujeres y evidentemente con el calor que sacude a la tierra de Paco Rabal es imposible que las ventanas estén cerradas y las persianas bajadas. Al principio intentaba jugar con las luces, apagar y buscar a ciegas la ropa que iba a ponerme, pero cansada de ponerme las camisetas al revés y constatar que la creencia de que cuando esto ocurre acude dinero a casa es solo eso, una creencia, decidí que se hiciera la luz. Creo que las vecinas de enfrente pensaron lo mismo porque ahora el exhibicionismo del que hacemos gala roza la indecencia de los que creen en la decencia.

Es muy curiosa la relación que hemos establecido con ellas: conocemos el tipo de ropa interior que usan, casi podría detallar el color de cada una, sé como le sientan, como se alisan el pelo, que se ponen los fines de semana y hasta como duermen. Ellas sabrán lo mismo de nosotros. Ni nos escandalizamos ni ya nos ocultamos...si hay que ir como nuestra madre nos trajo al mundo de la habitación al baño en busca de algo que se olvidó, se va, corriendo, pero se va...

Sé que ven  las telenovelas en el canal Nova a todas horas, a veces también canales de sus países de origen, en estos momentos ven la repetición número 251 de uno de los capítulos de La que se avecina. Ellas sabrán a qué juega mi pareja en el PC, nos mirarán mientras hablamos cuando yo me acerco para compartir un rato tras él, sentada en la esquina de la cama o sobre el baúl que hay junto al escritorio. Estarán hartas de ver la bici que decora esa habitación y que nunca se mueve del sitio.

Ya no somos dos, como cuando vinimos, ahora somos seis, ellas y nosotros, nosotros y ellas. Una extraña familia que ve su día a día pero jamás ha coincidido ni en el ascensor, ni en esa pequeña plaza, ni en las escaleras...¿qué ocurrirá el día que nos encontremos cara a cara? ¿bajarán las persianas de ambos pisos para siempre o por el contrario a partir de es momento daremos un paso más y estableceremos conversaciones de balcón a balcón? ¿Podremos decirles ya libremente que los vaqueros grises no le quedan tan bien como los negros? Creo que se perdería mucha magia si esto ocurriese, me gusta más imaginar el antes y el después de lo que veo. Siempre me ha gustado delirar sentada mientras los demás pasan y dibujar sus vidas en mi cabeza, aún tengo pendiente relatar según mis desvaríos las vidas de las personas que acudían a la cabina de teléfono del primer lugar donde vivimos.


Y sí, se acabó la intimidad, aunque bueno, en realidad qué es la intimidad. Para mi esto es  hasta divertido y en invierno echaré de menos esta toma de contacto diaria y muda. La intimidad se ajusta más a estos pensamientos absurdos que surgen solos en la borrachera del sueño y que ahora sin el temor ni vergüenza escribo (a las 8 de la mañana suelo ser más sensata, pero a estas horas que rule la libertad: qué rule)

Madrugada de calor. Me toca ir a dormir obviamente con las ventanas abiertas, las persianas levantadas  y a compartir el sueño con mis vecinas de enfrente.

Buenas noches.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Yo era de letras puras: Scrapbooking y las matemáticas

Si nos ceñimos a seguir tutoriales encontrados en la red no va a haber problema, todo es mecánico y cuestión de paciencia. Pero y si la cabeza comienza a funcionar y quieres adaptar las medidas, incluso si solo quieres inspirarte en algunas estructuras para crear las propias. Entonces comienzas a maldecir los días en los que mirabas a las musarañas mientras las profesora de matemáticas jugaba a las incógnitas.

Así que ahora toca ponerse las pilas y comenzar a ejercitar el lado izquierdo del cerebro, allí donde hibernaban mis matemáticas, para hacerle el gran el gran favor al lado derecho, allí donde la creatividad te golpea la cabeza. Tarea harto difícil si como yo, eras de letras puras, y en los números solo veías frialdad...y no, los números crean arte, no oso hablar de mi, arquitectura, escultura, todo debe tener su medida, su simetría. Si yo lo hubiera sabido antes...

Ahora estamos en proceso de reconciliación. Matemáticas y yo hemos llegado a una tregua, y esto de tratarlas con cariño parece que funciona. Son mucho más generosas  y me están echando un enorme mano para poder trasladar lo que hay en mi cabeza al papel.

Pues sí, yo era de letras puras  y tuve que ceder ante la lógica...es lo que hay.

jueves, 14 de agosto de 2014

Mercerías, pequeños grandes tesoros

Apenas quedan ya comercios de barrio, esos lugares en los que entras sin prisa, en los que no debes hacer colas impersonales con la banda sonora robótica que genera cada producto al pasar por la cinta que se dirige a la cajera. Es una lástima que mercerías, droguerías o cualquier comercio especializado vayan desapareciendo por la invasión de bazares. No estoy en contra de ellos, yo también recurro muchas veces, pero en demasiadas ocasiones damos por hecho que todo allí es más barato y no es así.

En el lugar en el que vivo aún queda una mercería en la que hay de todo, un maravilloso mundo de cintas, lazos, botones, encajes, tachuelas..., texturas donde el color y la variedad ya te invitan a crear. Y todo con una decoración austera, pero con encanto, como si de repente cerraras los ojos y volvieras 50 años atrás: el vintage ya está ahí, no hace falta recrearlo.

Bien, después de acumular lazos y cintas comprados en bazares y darme cuenta de que no eran tan baratos, pues no indican los metros por ningún lado y luego te llevas la sorpresa de que el soporte donde van enrollados ocupa más que el pobre metro y medio de lazo, me dispuse a acudir a las tiendas de siempre. Enorme elección. Todo resulta más económico, lazo de organza, raso, el que sea y la variedad es tanta que te puedes volver loca comprando, además tienes las posibilidad de adquirir lo que realmente necesitas: un metro, dos...3 botones, 4 tachuelas, el maravilloso mundo de la pasamanería y los encajes. Tienes la posibilidad de ampliar el surtido limitado de los bazares, a mejor precio, comprando lo que necesitas, sin prisas y en un  mundo que evoca el arte de hacer las cosas a mano.

Si podéis, acudid a estos lugares, sería una pena que desperecieran las tiendas que aún tienen la personalidad que da la solera de los años y además seguro que al final ahorraréis dinero...dejando al margen la calidad de los productos, infinitamente mejor que la que ofrecen bazares.

sábado, 2 de agosto de 2014

Coleta, la poeta tiene la culpa

Creo que Coleta, la Poeta tiene la culpa de todo. No recuerdo en qué acontecimiento me regalaron ese libro. Al principio me enfadé: no me gustaba la portada y hasta me caía mal esa niña con cara de curiosidad, flequillo y una trenza. Lo aparté de mi lado y hasta lo miraba como si él fuera el culpable de haber llegado a mí..¿lo era?. A pesar de esa inquina injustificada sentía una extraña atracción por esa portada blanca y roja de pasta dura, muy dura, y a escondidas, para que nadie me viera ceder ante mi firme propósito de desterrar a esa niña para siempre, comencé a ojearlo. Leía dos páginas, miraba a mi alrededor, y retomaba la lectura siempre alerta para no ser descubierta. Me rendí: Coleta era maravillosa y su mundo era el mejor lugar para vivir.

Las tapas del libro acabaron sucias de tanto manosearlo y las esquinas destrozadas. Ahora me siento culpable porque no sé qué fue de ese libro. (Acabo de mandar un mensaje a mi grupo de familia para ver si saben algo de él..).  Sí, no he sido justa con Coleta, no la cuidé bien, ni al libro perdido, ni a ella.

Coleta contaba que en nuestra cabeza hay trece monos, pero solo doce sillas. Esos doce monos con silla están sentados habitualmente de forma tranquila, mientras el mono número trece está en un rincón. Todo se altera cuando el mono se rebela y lucha por su silla. Según Coleta, ahí comenzaba el dolor de cabeza. Aún hoy en día ante una jaqueca utilizo la expresión: es el mono número trece.

El mono número trece tiene el privilegio de ser para los privilegiados que lo conocimos un símbolo que va más allá de ese dolor de cabeza. Con ese fin lo dibujó seguramente la maravillosa Gloria Fuertes. ¿Qué es para mí el mono número trece? En realidad es muchas cosas. Cuando lo leía por primera vez me enfadé y mucho con esos otros doce monos: ¿Cómo era posible que no compartieran las sillas? ¿Y qué mundo tan injusto era ese en el que dejaron a un pobre mono sin silla mirando como los demás descansaban plácidamente? El mono era mi símbolo de rebeldía y de justicia, de lucha por conseguir lo que debe ser. Tanto es así, que durante casi toda mi vida hice mi propia versión de la historia: el dolor de cabeza da cuando el mono número trece se conforma y no lucha por su silla. Pero qué implica luchar y no ceder cuando eres una niña. Creo que significa no ceder ante la realidad que ofrecen otros. Seguir cuidando con esmero un apartado en tu vida donde la magia tiene un lugar, donde los sueños tienen sentido, donde la creatividad puede volar.

Años y años buscada dónde poder volcar todas las ideas que pululaban por mi cabeza y años y años dejaba apartada la decisión de darles el lugar que merecían. ¿Por qué cuándo crecemos echamos toneladas de escombros sobre el mundo de la quimera? ¿Por qué renunciamos a la oportunidad de ser más felices jugando a dar forma a las ideas que golpean nuestra mente? A mí me dolía la cabeza, me dolía tanto por no dejar salir la parte creativa y no solo dar valor a lo lógico, lo racional, dar valor a lo "que se le debe dar valor". Mi mono número trece estaba desesperado saltando para que me diera cuenta.
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